30/11/11

Confesiones de una socióloga

En los primeros años de la carrera me enamoré tres veces.

La primera: Émile Durkheim. Después de leer el capitulo 6 de "Las reglas del método sociológico" lo supe: Lo nuestro es para toda la vida.
Nuestro amor fue musicalizado por Toto la Momposina y coreografiado por Julieta Ezkenazi.
El coqueteo empezó en un aula de Marcelote y fuimos uno en el baño de María.

Sí, en el baño de María, mi compañera de Sociología General. La noche previa al parcial, nos juntamos a comer y a repasar. Mientras Mercedes estudiaba en el living, yo encontré a la concentración en el baño. Nunca más nos separamos. Después de eso ando por la vida con el hecho social tatuado en la nalga. Con él entendí todo, hubo sentimiento oceánico. Ni siquiera mi infidelidad con Bourdieu pudo quitarle las campanitas a Émile.

Terminado el cuatrimestre entendí que el francés no sólo salía conmigo, también estaba con toda la carrera y, por si eso fuera poco, también estaba con todas las carreras de sociología a nivel mundial. Mi corazoncillo se sintió muy pequeño y sin sal. Recorrí unos años más de la carrera con el alma en pena viendo qué podían ofrecerme otros teóricos. Me hice la linda con algunos marxistas, Gramcci ganó uno que otro privilegio hasta que llegó mi segundo amor: Talcott Parsons.

Yo amé a Parsons. Fue un amor imprevisto pero muy pasional. Estaba mal visto amar a Parsons, sin embargo, yo no tenía ninguna intención de mantener el fulgor que me producía en la clandestinidad. Lo amaba con locura y como una entusiasta lo leía para poder hacer preguntas en los teóricos. No me animaba a preguntar en el medio del salón, ese espacio estaba reservado por la mano en alta y la cara de motivación de Joaquín. Así que utilizaba el intermedio para hacerle las preguntas a Ernesto Funes. El profesor fue un buen celestino, mantuvo mi amor intacto y puro hasta que me presentó a Niklas Lumman.

Ah... no me queda más que suspirar. Mi vida no sería la misma sin la autopoiesis y el acoplamiento estructural. Sus sistemas eran homologables a lo que ya me había contado Pierre con su teoría de los campos, pero con Niklas estuve segura de lo que no estaba con el segundo francés, aunque seguía pensando "Pierre tenía razón, Pierre tenía razón"... Niclas me hablaba de manera tal que yo podía activar mi pasado economista y ya no se sentía desagradable.

Cuando entré a las optativas fue diferente. Lo posmo me contó que la totalidad no existe y que estamos todos fragmentados.
La desilusión me llevó a la promiscuidad con la critica literaria, los lacanianos y las feministas.

5 comentarios:

  1. "Mi vida no sería la misma sin la autopoiesis y el acoplamiento estructural."
    Definitivamente Funes es un buen celestino, tan bueno que los archienemigos del amor erudito lo quieren dejar como Héctor por los pasillos...
    Es curioso como empezamos por el hecho social y llegamos hasta la fragmentación posmo-literario-lacaniania via estructuralismo, retomando, revisando y semiabandonando a Durkheim, sin olvidar un poco al marxisto.....el final posmo de la carrera (si es que uno lo elige) también está un poco fragmentado....

    Saludos camarada!

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  2. Jaja "la cara de motivacion" me mataste! Pero bueno, me alegra que forme parte de un recuerdo tuyo de la carrera, es lindo! Beso!!

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  3. Me alegra haber servido de celestino. Yo también he compartido esos amores...

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